A 100 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN DE FEBRERO: 5 enseñanzas populares para el nuevo siglo

La Revolución Rusa de 1917 –que cumple este año nada más ni nada menos que su Centenario, transcurrió en dos “etapas” o “episodios”: la de Febrero y Octubre, ambas ligadas en un sólo proceso social permanente que influyó en dicho país y en todo el siglo XX y que es, hoy por hoy, el más reciente y más grande experimento anticapitalista que han hecho los trabajadores en 200 años.

Autor: SCH

Las enseñanzas de dicha Revolución siguen vigentes en el siglo XXI para las nuevas generaciones y pobres que “queremos cambios”, pues subsiste el mismo sistema inhumano contra el cual el pueblo trabajador ruso luchó.

Para despedir el fugaz mes de febrero de 2017, recibir el mes de marzo y enfrentar la era inaugural e imperialista del Presidente yanqui Trump (2017 – 2021), es preciso publicitar a modo inicial las lecciones populares actuales y centrales para el nuevo siglo, de la Revolución de Febrero (ocurrida en marzo, según el calendario nuestro).

Dejaremos las lecciones del Octubre rojo y su concatenación para otra ocasión, no obstante, aquí damos las primeras puntadas, para una profundización ulterior.

 

I. La Revolución de Febrero nos enseña que trabajadores y pueblos pueden tumbar en el siglo XXI a nuevos tiranos y malos-gobiernos.

La Revolución de Febrero de 1917 fue una “revolución democrática” que derribó a un mal gobierno, no por vía electoral y pacífica, sino por la vía movilizadora y violenta insurreccional.

El pueblo ruso logró dos de sus principales tareas u objetivos inmediatos: la renuncia del gobierno de 23 años de providencia divina del dictador Zar Nicolás II «el Sanguinario» y su hermano sucesor que duró apenas 2 días, con ello el régimen monárquico de los Romanov de casi tres siglos, junto con su parlamento de bolsillo de la Duma que existía desde 1905, así el Imperio Ruso de 200 años cayó, también se dio una ampliación de las libertades democráticas del pueblo, cercenadas por decenios. ¡Dos grandes victorias populares!

Todo dio inicio desde el 23 de febrero, hasta el día 27[1], luego todo marzo, con una huelga obrera femenina en la capital Petrogrado, con ocasión del Día Internacional de las Mujeres, en medio de una hambruna e inflación, seguida de manifestaciones callejeras y combates con la gendarmería, que obligaron al pueblo a tomarse los puntos estratégicos, tales como estaciones de policía y cuarteles, edificios gubernamentales, ello acompañado de huelgas obreras, insurrecciones rurales, manifestaciones callejeras y batallas militares campales contra las fuerzas zaristas, deserción masiva de soldados[2], luchas de partidos, etc.

La familia del Zar fue inicialmente apresada en Febrero, a la espera de un juicio y vía al exilio, luego fusilada por fuerza mayor en 1918, debido a una guerra civil que emprendieron terratenientes, burgueses expropiados, los blancos y clérigos, por la reconquista del poder y un nuevo “Gobierno zarista democrático”, ello pese al “respeto” vasallo que tenía la autocracia en varias capas populares, en el 2000 la Iglesia Ortodoxa Rusa, canonizó a estos dictadores.

La Revolución de Febrero nos enseña a los mortales de nuestro siglo, que es posible derribar “gobiernos fuertes” e “invencibles” de corte autoritario y dictatorial, corruptos y hambreadores, bajo el torrente de la movilización social e insurrección.

Ello lo prueban episodios recientes del 2000 y 2011 tales como la caída de los dictadores Mubarak y Ben Alí, también Gadafi, celebradas por las masas en la Primavera Árabe, inclusive la salida por la puerta trasera de De la Rua en Argentina, Ecuador con Lucio Gutiérrez y Bolivia con Carlos Mesa, en las revoluciones democráticas latinoamericanas, a inicios del siglo.

La Revolución de Febrero nos enseña que las masas pueden echar abajo a sus actuales gobernantes, conquistar la democracia y avanzar al socialismo contra los regímenes dictatoriales (o “autoritarios”):

El genocida del pueblo sirio, Bashar Al-Assad, las monarquías del Golfo y dictadorzuelos del Medio Oriente y África, los países violadores de los DDHH, como Turquía, Colombia (cuyo pueblo no ha tenido el placer de tumbar un gobierno, pero lo hará en el posconflicto), Israel, Indonesia, la USA de Trump, etc, incluso los regímenes de partido único de la falsa “izquierda”, en China, Corea del Norte, Vietnam y Cuba, todos merecen caer.

La Revolución de Febrero nos enseña que no debemos creer en lo que hoy nos dicen los ricos y la falsa izquierda de Syriza, Podemos, en Colombia el Polo y las FARC-EP, de que los cambios se dan vía «votos» y «cambios institucionales», pues parafraseando al poeta Miguel Hernández, consideramos que las elecciones sirven para “llevar o agitar los problemas del pueblo, no para solucionarlos”. Y eso: cuando se permite que los revolucionarios participemos de estas, pues hoy por hoy, hay muchas trabas para ejercer los derechos civiles y políticos de la clase obrera.

La única solución realista a los problemas del pan, la democracia y la libertad, no son las elecciones para que emerja un ‘gobierno populista’ derechista o izquierdista –ambos no han funcionado– ni siquiera hacer un gabinete y ‘cogobernar’ con los enemigos del pueblo, sino que estriba en una revolución que por medio de la movilización derribe a los actuales gobiernos neoliberales, sean estos dictatoriales o democráticos de fachada, conquistando las demandas económicas y políticas más sentidas de la población, es decir, de la clase obrera y la clase popular y media.

La salida radica en un gobierno obrero y popular, verdaderamente democrático, basado en las organizaciones sociales y los representantes de su seno, como lo fue el “Gobierno de los Soviets”, más no un “Gobierno Provisional” de frente-popular burgués y reformista sin reformas, como el que emergió con Kerenski luego de la Revolución de Febrero del 17 cuando los mencheviques y populistas (la “falsa izquierda”) cometieron el error de unirse y pactar con los ricos liberales kadetes y zaristas reciclados (“la derecha”), los cuales continuaron la guerra, el hambre y el latifundio, traicionando las banderas de la revolución, situación que no prosperó, pues 8 meses después, «Febrero» se profundizaría, pues los pobres tomarían el poder en Octubre y construirían su propio Gobierno Revolucionario, que administraría toda la vida social, mucho mejor que los capitalistas.

 

II. La Revolución de Febrero nos enseña que cuando los trabajadores y el pueblo luchan por la democracia están luchando por el socialismo.

La Revolución de Febrero giró en torno a “demandas mínimas democráticas” y fue el punto de partida ininterrumpido de la “revolución socialista” de Octubre. En el siglo XX, 15 revoluciones “democráticas” que se hicieron socialistas –entre ellas la Cubana– muestran esta verdad de hierro de las revoluciones: los Febreros se vuelven Octubres.

La Revolución de Febrero nos enseñó que las revoluciones sociales son permanentes, no se trata de dos etapas diferentes en el tiempo, “una democrática”, años o décadas después, “la socialista”, como nos enseña hoy la falsa izquierda –en Colombia, el MOIR de Robledo, el PCC y las FARC de Timochenko–, auténticos falsificadores de la historia y de la estrategia revolucionaria, pues el pueblo ruso al luchar por reformar y buscar satisfacer demandas materiales de la revolución democrática, inició directamente la lucha por la revolución socialista.

El mundo globalizado del siglo XXI está maduro para las revoluciones obreras populares y socialistas, el Febrero y Octubre del 17 en las vastas estepas rusas anunciaron esta verdad histórica. La época de las revoluciones democrático burguesas, contrario a lo que cree la falsa izquierda, ya finalizaron hace mucho tiempo. La humanidad está madura para el socialismo y las crisis y condiciones, se exacerban cada día más.

Si vemos de cerca las masas rusas querían echar al Zar y poder elegir a nuevos gobernantes y ser partícipes de la vida democrática, también querían salarios dignos y que parara la guerra, nada más que esto, pero al luchar por esto, cosa que no podían lograr los patrones y gobernantes, luchaban inconscientemente y sin saberlo, “sin querer queriendo” por  el socialismo, por una sociedad más proclive a ellos, aun cuando la mayoría de ellos no tuvieran la “doctrina” interiorizada o no simpatizaran con la “izquierda”, sus intereses concretos en los Soviets y toda la sociedad los reflejó el Partido consciente y gobierno presidido por los Bolcheviques (en principio con otros aliados, de las alas más izquierdistas de los partidos), el cual no era un partido “mayoritario”[3].

En sólo 9 meses convulsivos, signados por la I Guerra Mundial y grandes padecimientos de la población rusa, ninguna de las demandas democráticas de la Revolución de Febrero, habían sido implementadas en la atrasada Rusia capitalista y semifeudal, más allá del triunfo de echar al Zar y tener más márgenes de libertad, no obstante seguía la guerra, el hambre y las penurias, incluida la represión.

La caída del Zar no había creado un gobierno auténticamente democrático que resolviera las demandas de “Paz, pan y tierra”, es decir, de cesar la participación del país en la guerra, por el retorno de los soldados a casa y atención a sus necesidades, por una reforma agraria para los campesinos, por un aumento de salarios y condiciones de vida dignas y mínimas en el campo y la ciudad. Ello era imposible en el marco del capitalismo, tal como hoy es utópico pensar, que los capitalistas erradiquen la pobreza extrema y relativa, frenen el cambio climático y las guerras.

Mientras en Rusia la mayoría del movimiento revolucionario y la falsa izquierda creía, utópica y equivocadamente, que el “objetivo final” de la Revolución de Febrero, debía ser lograr que estas demandas democráticas fueran canalizadas a través de “elecciones libres” en una Asamblea Constituyente y un “Gobierno Provisional” (un gobierno post-Zar, de “izquierda”) en un Estado democrático capitalista como el que funciona hoy en la mayoría de países, Lenin en sus Tesis de Abril y Trotsky, los máximos líderes de la revolución, plantearon de modo realista otra estrategia no etapista, la del poder obrero y popular,  los Soviets, organismos de poder alternativos, de obreros, soldados y campesinos, debían tomar el poder y formar un “Gobierno de Transición” socialista (la antítesis de lo que hoy proponen las FARC-EP y el oportunismo), para lograr las demandas más sentidas del pueblo.

La enseñanza de la Revolución de Febrero es que las revoluciones del siglo XXI en la época imperialista inician como “revoluciones democráticas” por demandas democráticas y reformas mínimas, fuera el gobierno, nuevas elecciones, abajo la corrupción, más libertades, subida de salarios, recursos públicos, no a equis medida, liberación nacional, etc, más estas pueden desembocar en revoluciones socialistas triunfantes y no hay que frenarlas, sino hacerlas avanzar y profundizarlas, evitando que los capitalistas planteen sus nuevos “Gobiernos provisionales”, para frenar y echar por la borda todo.

El retroceso y la traición a las Revoluciones Latinoamericanas anti neoliberales (2001 – 2005) por la falsa izquierda del castro-chavismo y sus ‘gobiernos alternativos’ corruptos e ineficientes del «socialismo del siglo XXI» que hoy hacen retornar a la derecha tradicional, el congelamiento de la Primera Primavera Árabe (2011 – 2016) y las expectativas de la Revolución Kurda contra ISIS y Erdogán, las resistencias actuales a la austeridad en Europa y Estados Unidos, muestran que quedarse en los marcos limitados de ‘revolución democrática’ y ‘nuevos gobiernos’ capitalistas (como el de Syriza), dejan reformas poco duraderas y palpables, o bien inexistentes.

Por lo tanto, luchar por la democracia es luchar por el socialismo, por un gobierno obrero y popular, de lo contrario, vencerá la contrarrevolución imperialista y pifias de gobiernos del capital maquillados, lo cual conllevará a que todo siga igual o mucho peor que antes (muestra de un botón: la crisis de la Venezuela de Maduro, el retroceso de la “Revolución Bolivariana” fruto del Caracazo popular, al no expropiar al capital y en cambio sí gobernar burocráticamente).

 

III. La Revolución de Febrero enseña que el arte de vencer en el siglo XXI consiste en que los pobres aprovechen las divisiones y guerras entre ricos, para debilitarlos, echarlos a todos y tomar el poder.

La Revolución de Febrero se desarrolló en los marcos de una guerra europea sanguinaria entre ricos durante la Primera Guerra Mundial, escenario perfecto para disputar el poder de los de abajo.

El gobierno zarista dictatorial decidió sumarse a la guerra del 14, que duró hasta el 19, para repartirse territorios e inversiones, en las disputas de la Triple entente (de la que hacía parte Rusia) versus la Triple Alianza (Alemania, Imperio Austrohúngaro, Serbia, etc). La izquierda de ese momento (“socialdemócratas”) y otros sectores izquierdistas, contagiada de aires patrióticos de los ricos, decidió apoyar a sus respectivos países, lo cual conllevó al enfrentamiento de soldados rasos obreros y campesinos, por intereses de los poderosos.

Frente a tal situación dramática la Revolución de Febrero y los bolcheviques, anticipadamente plantearon la consigna correcta de boicot a la guerra interimperialista y el Zar, que la estaba conduciendo muy mal con afectados entre 2 y 6 millones de rusos, además plantearon lo siguiente:

Para que la revolución triunfara y se conquistara la paz, no había que apoyar la guerra de su nación contra otras naciones, sino que había que hacer un llamado al pueblo trabajador ruso y la clase obrera europea, a que transformasen la guerra interimperialista de los de arriba en guerra civil de clases de los de abajo contra los de arriba, en sus propios países, dado que los obreros y campesinos estaban armados, podían deponer a sus gobernantes. Eso se hizo y por ello la Revolución de Febrero triunfó, depuso al Zar y buscó solucionar el problema de la paz, urgente para las masas.

Hoy en día intelectuales izquierdistas tales como Álvaro García Linera y Atilio Borón –el “Kautsky” de América Latina, que funge del mayor “marxista”–, etc, más mandatarios como Bashar Al-Assad y Xi Jinping, Putin, ven con buenos ojos y progresivo en la geopolítica a China-Rusia-Irán y aliados, frente a la OTAN y a USA que según dicen ellos, pensando con el deseo, está ‘decayendo como potencia’.

Ellos, muy seguramente, apoyarían al primer bando político-bélico, como en su momento hicieron los socialdemócratas (la falsa izquierda) de la II Internacional, en una guerra de escala mundial o regional, pues hasta el momento lo han hecho en conflictos locales y coyunturas en apoyo a dichos gobiernos y sus empresarios contra la propia clase obrera de estos países, dado que se oponen a la Revolución Siria y condenaron la Primavera Árabe, saludaron la anexión de Crimea y los intereses rusos en Ucrania, por lo demás, tienen posicionamientos ambiguos y reaccionarios en los casi 40 conflictos armados actuales y situaciones geopolíticas.

Aunque no esté planteado un escenario inmediato de “Tercera Guerra” mundial, algo que si es probable o inevitable si sigue el imperialismo, sí han habido en este siglo y seguirán habiendo guerras por recursos naturales y por expoliación de materias primas y exportación de capital, como en Irak del 2003, pero la solución no estribará en situarnos en el ‘campo burgués progresivo’ de un grupo de países capitalistas o nación (apoyar a nuestros “propios estadistas patrones” o “Zares”) contra el campo imperialista principal, en este caso, la OTAN-USA, sino por el contrario, los trabajadores deberán aplicar dinámica y tácticamente las máximas de Lenin y la Revolución Rusa, según sus situaciones histórico concretas y complejas:

  1. a) Ni guerra entre pueblos hermanos, ni paz entre clases sociales enemigas, denuncia permanente de la guerra y combate a los falsos izquierdistas que apoyan a su propio campo burgués o imperialista u otro en una guerra.
  2. b) Luchar por un “tercer bando”, el de los pobres y el pueblo, transformar las guerras entre estados burgueses e imperialistas, en guerras civiles contra los ricos y élites del propio país que mandan a masacrarse entre sí a los de abajo.
  3. c) Por último, apoyar sin vacilar a cualquier país oprimido –en nuestro siglo, Irak y Afganistán en el 2001, otros que vendrán–, contra la invasión colonialista de una nación imperialista, sin por ello apoyar su burguesía nacional oriunda, sino antes buscando debilitarla y hacerla entrar en crisis, en pos de ganar la guerra y la revolución.

Toda guerra militar contemporánea entre ricos y división política entre los capitalistas, a nivel internacional y nacional, nos enseña la Revolución de Febrero, es una oportunidad inédita y excepcional para la revolución social y la sublevación de los de abajo.

 

I.V La Revolución de Febrero nos enseñó que la victoria en el siglo XXI no se dará si no se construye un sólido movimiento de masas, organismos alternativos de poder en tiempos de crisis y, sobre todo, un partido revolucionario.

 

La Revolución de Febrero fue la mezcla magistral de la espontaneidad de las masas y movimientos sociales (obrero, campesino, juvenil, etc) contra un régimen monárquico dictatorial, computado con la organización política y dirigencia de ellas, de parte de los partidos reformistas, revolucionarios y contrarrevolucionarios en pugna y en combate a muerte.

Los Soviets, organismos espontáneos de obreros y campesinos nacidos de la Revolución rusa de 1905, más tarde soldados, fueron ese nuevo poder dual, que enfrentó al régimen zarista e incluso al Gobierno Provisional surgido de Febrero, sin dicho organismo, que planteó la llamada «alternativa de poder», el poder soviético, no habría sido posible instaurar un gobierno socialista de obreros y campesinos.

En el siglo XX y XXI, han aparecido dichos «organismos» de algún u otro modo, de forma embrionaria o desarrollada: los cordones industriales de Chile, los sindicatos mineros y la COB boliviana, las asambleas populares y vecinales del Cairo y Argentina, los Comités de Coordinación Local sirios, etc.

Toda revolución social es “la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos”[4], dijo Trotsky en su prólogo a la Historia de la Revolución Rusa (1932), de la cual, Febrero lo expresó muy bien.

La Revolución de Febrero fue la fiesta de la espontaneidad y la necesidad con miles de muertos, heridos, victorias parciales, revueltas imprevisibles y reveses. Más, detrás de los sindicatos, soviets, de las organizaciones agrarias y de soldados, organizaciones estudiantiles y juveniles, estaban partidos políticos de clase, influenciándolos.

La Revolución de Febrero nos mostró que no basta con la espontaneidad de soviets u otras instancias populares, se necesita el partido, y no uno cualquiera semejante al que propugnaron los mencheviques y populistas –la izquierda reformista y pequeñoburguesa que erigió un “Gobierno Provisional” igual de malo al antiguo Gobierno del Zar–, sino uno obrero y revolucionario, para llevar a buen puerto las demandas de la revolución.

Los errores y tragedias actuales de las resistencias sociales y revoluciones del siglo XXI, han sido precisamente esas, las masas tumban gobiernos, arman un gran alboroto, pero todo termina canalizado en un remozamiento de las instituciones y elecciones, con gobiernos y líderes oportunistas de partidos capitalistas y de clase media, que capitalizan y cooptan el movimiento social y sus organismos independientes.

Por eso aquéllos que hoy plantean frases cliché tipo “el pueblo unido, funciona sin partidos”, “movimientos sociales anti-partido”, favorecen el “poder de los de arriba” y la “contrarrevolución”, pues olvidan la lección central de la Revolución de Febrero:

Que sin un gran partido obrero dirigente e impulsor, como el modelo “Bolchevique”, Partido Obrero Socialdemócrata Ruso –el partido más revolucionario que ha conocido la historia humana, el cual necesitamos emular de modo creativo en el siglo XXI–, y organismos democráticos participativos y alternativos de las masas para un nuevo Gobierno Revolucionario, basado en un nuevo poder social de clase, no habrá revolución de Octubre triunfante y la de Febrero sufrirá inmensos peligros y traiciones.

 

V. La Revolución de Febrero enseña que no se necesita que el pueblo tenga una «conciencia revolucionaria» estricta para que haya revoluciones, además que las revoluciones del siglo XXI como pasó antes con la Rusa del siglo XX: a primera vista las masas las ven como imposibles o lejanas, pero tarde o temprano ocurrirán y las harán por necesidades concretas y reformas urgentes en momentos imprevistos de crisis y por ello hay que formarse en la lucha y prepararse para ellas.

 

La Revolución de Febrero mostró que las revoluciones pueden triunfar, aún en las condiciones más difíciles y agrestes, a pesar de que exista el imaginario popular aplastante de que estas parezcan utópicas, inalcanzables o imposibles de realizar, o incluso si se les ve posibles en un marco que no rebase la democracia capitalista y ciertas reformas civiles y cosmética, con los mismos en el poder, u otros iguales a los de antes.

En el 2017 y segundo decenio del siglo XXI nos encontramos en una situación parecida a la de 1917: la mayoría de las masas del mundo, ven como utópico una revolución social y la lucha por el socialismo. El capitalismo se muestra eterno.

De los 7 mil millones de habitantes del mundo, hay apenas menos de 50 millones –siendo muy optimistas y por poner una cifra, quizás sean más o menos– de la vanguardia del movimiento de masas y partidos de izquierda, que creen que otro “mundo nuevo es posible” y la mayoría de mortales cree exclusivamente en “cambios” y “reformas” que humanicen el sistema capitalista, que cada día “progresa y crece más”.

Respecto a esta situación hay una “anécdota para incrédulos”, se dice que cuando Lenin, líder de la Revolución Rusa, estuvo exiliado en Suiza, dijo a finales de 1916 a sus camaradas ad portas del año nuevo, lo siguiente: “La revolución la harán nuestros nietos [no la veremos nosotros]”, más 2 meses después estallaba la revolución en su propio país y 10 meses después se hacían del poder, era el triunfo de la dialéctica histórica.

Las revoluciones sociales, muchas de ellas pronosticables científicamente, otras no, toman en su mayoría por sorpresa y con los calzones abajo a todo el mundo, a ricos, pobres y capas medias, también a los revolucionarios y los movimientos sociales, inclusive a los pesimistas, incrédulos escépticos y los propios contrarrevolucionarios. No os sorprendáis entonces, cuando una día cualquiera te levantes y estalle una revolución social en tu propio país.

Hay que prepararse entonces para las revoluciones y contrarrevoluciones, guerras, resistencias y luchas, reformas y reacciones, que se avecinan y acaecen en el siglo XXI, pues como diría el máximo líder bolchevique, Vladimir Lenin, un siglo atrás: “las revoluciones no se hacen [o estallan sin más], se organizan”, “necesitamos hombres que no consagren a la revolución sus tardes libres, sino toda su vida”.

En 1917, tras la derrota 47 años atrás de la Comuna de París –primera revolución obrera derrotada– ya nadie recordaba, menos las ignorantes masas rusas, aparte de un puñado de intelectuales. Una situación parecida ocurre hoy en 2017, nadie da un peso por la Revolución Rusa y los “millennials” (nuevas generaciones) no la conocen.

A casi 30 años de la disolución de la Unión Soviética y caída el Muro de Berlín y el Este –la segunda derrota– tras el triunfo de la restauración capitalista, la burguesía mundial y la traición de los falsos y dictatoriales “Partidos Comunistas”, que las masas derribaron estos  gobiernos stalinistas en el 89-91, es «sentido común y verdad absoluta» en las masas actuales y la humanidad aquello del “fracaso del socialismo”, cuando en realidad fue el fracaso del stalinismo, como haya sido, lo cierto es que triunfó el imperialismo, obtuvo una gran victoria parcial. Pero la batalla aún no termina. Los trabajadores y los socialistas SÍ podemos volver a vencer.

La Revolución de Febrero, contra todo pronóstico, demostró que para que haya y triunfe una revolución no se necesita que la mayoría de la población y los trabajadores –aunque si en cierto grado mínimo la militancia social como vanguardia política y una fracción social de la clase obrera– tengan “ideología de izquierda” y sean una “masa ilustrada” con “memoria histórica y colectiva”, y un “programa de transición” perfilado, tan sólo se necesita como mínimo un terreno objetivo favorable de crisis de regímenes y gobiernos y un avance de las luchas de masas con un partido revolucionario con influencia de masas y cuadros que las guíen, que siembre en las masas una conciencia y prácticas anti régimen y antigubernamentales concretas (conciencia de clase, con base en la lucha).

Varios de estos factores (objetivos sobre todo, no subjetivos) están ocurriendo desigual y combinadamente hoy en varios países, como México y Turquía, tras el escenario de la actual crisis económica de Wall Street de 2007 y su lento proceso de recuperación global de más de una década ya.

Basta que una masa descontenta se eduque en la lucha contra patrones y gobiernos por años y decenios al modo de la Revolución de Febrero del 17, que por ejemplo, fue hija y producto de la de 1905, de modo tal que estas empiecen por lograr derribar al gobierno y conquistar medidas democráticas, avanzando en la guerra de posiciones, como expropiar a los capitalistas foráneos y nacionales, nacionalizar y planificar la economía, lograr la soberanía nacional y derogación de tratados desiguales con los imperialistas y tropas extranjeras, lograr un reparto de tierras y las libertades democráticas ampliadas, un nuevo régimen político y normas, demandas de los sectores (LGBTI´s, negros, indígenas, ambientalistas), guiados por un Partido Revolucionario anti-stalinista (los «Partidos Comunistas» de hoy ya no lo son), que extienda la revolución a todos los países, mediante una nueva Internacional de los trabajadores.

Las Revoluciones del Siglo XXI, que hasta el momento se han expresado en tibios procesos revolucionarios derrotados e imperfectos en más de 9 países, muchos Febreros o “semifebreros”, algo invisible para los miopes, buscan superar el retroceso colosal y la regresión en la que nos encontramos, para retomar la antorcha y camino de progreso de la más grande hazaña obrera ocurrida una centuria atrás en el lapsus febrero-Octubre rojo a partir del cual se condensaron décadas y siglos en meses y días, y se hizo de lo imposible e irreal, algo posible y terrenal.

 

 

Notas

[1] http://www.marxistsfr.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/cap_07.htm

[2] http://litci.org/es/teoria/una-revolucion-espontanea-la-revolucion-de-febrero-y-sus-ensenanzas/

[3] Relata Trotsky en LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE: “En aquellos días el kerenskismo parecía todopoderoso. El bolchevismo representaba “un miserable grupito”…Cuando Lenin declaró en el Congreso de los Soviets, con una gran simplicidad que ponía de manifiesto su franqueza: “Nuestro partido está dispuesto a tomar el poder”, se oyeron numerosos risas. “Reíos cuanto queráis”, dijo Lenin. Él sabía bien que quien ríe último ríe mejor. A Lenin le gustaba ese proverbio porque estaba firmemente decidido a reír el último”, Lenin como tipo nacional, Editorial Coyacan, 1968, págs. 61-62.

[4] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/prologo.htm

 

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