La clase trabajadora ante el atentado contra Miguel Uribe Turbay

El sábado 7 de junio, un adolescente –según la información disponible, contratado por dinero– atentó contra la vida del senador y precandidato presidencial uribista Miguel Uribe Turbay durante un evento en Fontibón, dejándolo gravemente herido. De inmediato se desplegó un amplio operativo policial que generó temor entre los bogotanos, acompañado de un dispositivo especial para garantizar el traslado expedito y la mejor atención médica al senador. Incluso se cerraron estaciones de Transmilenio, evidenciando que en este sistema no todas las vidas reciben el mismo trato, pues operativos de esta magnitud no suelen activarse para cualquier persona herida o gravemente enferma.

Junto con el operativo policial no se hicieron esperar las declaraciones desde todos los espectros de la política nacional, así como las especulaciones y “teorías” difundidas por las redes sociales, algunas con cierto nivel de objetividad, pero también otras que rayan en el absurdo de la paranoia conspirativa. Lamentablemente, estas últimas que afirman hasta que supuestamente se trata de un montaje teatral adornado con sangre de utilería, vinieron de la llamada izquierda cercana al petrismo.

Ante esta situación, estamos seguros de que hay por las menos tres cosas que, como clase trabajadora, no nos corresponde:

La primera es llorar, rezar y pedir compasión por este representante de la burguesía, quien varias veces demostró desprecio por la vida de los nuestros, como cuando se refirió a Rosa Elvira Cely y a Dilan Cruz como responsables de sus propios asesinatos; paradójicamente, minutos antes del atentado se encontraba justamente justificando el uso de armas de fuego por parte de “la gente de bien”. Los burgueses, y sobre todo aristócratas de cuna como este sujeto, no tienen la menor sensibilidad ante la vida, el dolor o el sufrimiento nuestro y de los nuestros; además, la familia Turbay ha sido históricamente explotadora, despojadora y violenta; nunca les ha importado la vida de los trabajadores.

La segunda cosa que no nos corresponde, aunque sea muy tentador hacerlo, es elucubrar, especular e inventar teorías conspirativas sobre los hechos, no solo porque en realidad carecemos de elementos o datos certeros, sino porque, además, este tipo de afirmaciones y suposiciones son irresponsables. Desafortunadamente, a la clase trabajadora se le ha despojado de los medios para investigar lo sucedido por sí misma. Las teorías conspirativas poco objetivas, y las conclusiones apresuradas, solo ayudan al coro uribista que muestra a la burguesía como víctima de la “izquierda llena de odio”. En cualquier caso, sí nos corresponde luchar por cambios reales en nuestra sociedad para que la niñez y los jóvenes puedan tener un futuro y no se conviertan en presa fácil de sectores lumpen de la sociedad que los sumergen en el inframundo de la criminalidad.

La tercera, y quizá la más perjudicial en los discursos de la izquierda –desde el propio presidente hasta el Partido Comunista– es la defensa de la democracia burguesa y las instituciones del régimen. No hay nada más reaccionario y vergonzoso para una organización que dice representar al pueblo y a los trabajadores, que instar a los oprimidos y explotados a depositar su confianza en el Estado burgués y sus instituciones; es justamente el régimen político colombiano, apoyado en las fuerzas armadas y paramilitares, el que ha cobrado la vida de miles de militantes políticos, sindicalistas y varios candidatos presidenciales. Por el contrario, derrotar al antidemocrático régimen político es una tarea pendiente de las masas colombianas, que es fundamental para contener la ola de violencia política que nos azota. Es lamentable que el Partido Comunista, abrogándose la vocería por las víctimas de la UP, en su comunicado tenga la desfachatez de igualar las víctimas de los oprimidos con las de los opresores; por muchas diferencias que tuviéramos, nunca será lo mismo Miguel Uribe que Bernardo Jaramillo o Jaime Pardo Leal… ni de lejos. También rechazamos los llamados a la “unidad” y al “acuerdo nacional” que se lanzan de manera oportunista desde el Pacto Histórico, para seguir insistiendo en su estrategia errada de intentar conciliar los intereses de la burguesía con los de los trabajadores.

Igualmente, a la clase trabajadora le corresponde intentar comprender, desde su orilla, a quién o a quiénes les beneficia este atentado, en qué contexto sucede y qué implicaciones tiene. En ese sentido, partimos de constatar que el método del sicariato, y aún más de la utilización de menores de edad como sicarios, es ajeno al movimiento obrero y de masas, e históricamente ha sido asociado al narcotráfico y al paramilitarismo.

Este atentado se da en medio de la disputa electoral anticipada, en la que están inmersos todos los partidos del régimen, incluido el progresismo. En ese contexto, e independientemente de los autores intelectuales, este atentado favorece única y exclusivamente a la burguesía, y más específicamente al Centro Democrático. Esto no implica necesariamente que lo haya organizado, pero sin dudas les beneficia y están dispuestos a sacarle todo el provecho posible. El atentado sucede justamente en medio del rifirrafe de la consulta popular por la reforma laboral, desviando totalmente la discusión pública. Desde luego, todas las fracciones de la burguesía se unen al coro de responsabilizar al Gobierno Petro de manera directa o indirecta, aumentando su desgaste y debilitando su propia campaña hacía las elecciones de 2026.

No llamamos a celebrar o reivindicar el atentado, pues de este hecho la clase trabajadora también sale perjudicada. Este hecho influye para llevar a Petro y sus seguidores a acercarse a posiciones reaccionarias, ajenas al sentimiento de cambio tras del cual llegaron al gobierno, pues han salido a defender el régimen y las podridas instituciones del Estado, esas mismas que prometieron cambiar y que históricamente le han servido a la burguesía para ejercer su poder violento sobre los trabajadores. Además, el atentado le sirve al régimen como justificación para la represión a quienes cuestionan el statu quo burgués, y para una mayor estigmatización de la juventud marginada. Ya veremos que la burguesía el día de mañana, a pesar de su “dolor”, reemplaza a su candidato por otro y continúa su campaña como si nada hubiera pasado, mientras que el daño por la estigmatización y los señalamientos contra la izquierda, contra los luchadores sociales, sindicalistas, trabajadores, sectores populares y marginados, se mantiene.

La clase trabajadora necesita retomar el curso y volver a concentrarse en sus intereses y prioridades, reconstruir las asambleas populares, retomar el camino de la lucha, exigir al Gobierno dejarse de vacilaciones y negociaciones con nuestros declarados enemigos de clase, y decretar ya mismo las medidas mínimas de la reforma laboral real, como lo son el alza general de salarios, acabar con la tercerización, y la disminución de la jornada laboral para frenar el desempleo. También exigir que se tomen medidas para esclarecer los crímenes contra excombatientes, sindicalistas y líderes sociales y ambientales, garantizándoles los mismos derechos y el mismo empeño judicial que al burgués Miguel Uribe.

Comité Ejecutivo del Partido Socialista de los Trabajadores (PST)

10 de junio de 2025   

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