Elecciones, independencia política y solidaridad de clase

Posiblemente, el mayor logro del proceso electoral que acaba de terminar es el de haber politizado a amplias capas de la población. Colombia es un país cuya historia ha estado atravesada por la violencia y la guerra protagonizadas por los aparatos armados de la burguesía, los terratenientes y la guerrilla campesina.

Autor: O.A.

Y esa particularidad que afectaba, directa o indirectamente a todas las regiones y a todas las clases, distorsionaba los procesos políticos y sociales, desde las elecciones hasta las huelgas y movilizaciones de masas. Todos los últimos gobiernos del país fueron elegidos en función de las posiciones y políticas de los candidatos y de la evolución de la opinión pública frente al conflicto armado. Y todas las luchas obreras y populares, casi sin excepción, fueron calificadas y reprimidas por la burguesía y el régimen político por el estigma de la influencia de la guerrilla entre las masas.

Los pasados 27 de mayo y 17 de junio, por primera vez en sesenta años, más de la mitad de la población participó en un proceso electoral burgués relativamente al margen del conflicto armado. Y a pesar de que –desde luego– mantuvieron su peso todos los vicios de la democracia burguesa –la corrupción, el clientelismo y la compra de votos– amplios sectores de los trabajadores y la clase media se expresaron con una independencia poco común en el país. Los casi nueve millones de votos obtenidos en la primera vuelta por el movimiento centrista burgués de Fajardo y el pequeñoburgués de Petro sumados, fueron la primera gran expresión del surgimiento de una opinión política por fuera de la influencia ejercida por la violencia política de los aparatos armados militares, paramilitares y guerrilleros. La bajísima votación obtenida en las elecciones parlamentarias por el partido conformado por los desmovilizados de las Farc (50.000 votos) ya había mostrado el cansancio de los trabajadores con el método guerrillero. Pero esas votaciones también expresaron la pérdida de temor de los trabajadores a la violencia militar y paramilitar burguesa, y un primer rechazo a la corrupción política de las empresas electorales regionales dominadas por el parasitismo de los contratistas. La baja votación por Germán Vargas Lleras, que contaba con el apoyo de las maquinarias electorales más aceitadas y con un multimillonario presupuesto, y la casi nula obtenida por Humberto de la Calle, candidato del Partido Liberal son la muestra más palpable de este sentimiento de masas.

El surgimiento de esa expresión de independencia política se constituyó en la mayor fuente de temor y odio de la reaccionaria burguesía colombiana –acostumbrada a ejercer el poder del Estado sin la preocupación de una población politizada– que se encontró de sopetón con una expresión de masas libre de la losa opresiva del estigma guerrillero y decidida a sacudirse el control de los aparatos políticos tradicionales.

La polarización de la segunda vuelta

Desde 1970 –cuando la Anapo de Gustavo Rojas Pinilla amenazó el control burgués tradicional del aparato de gobierno– la burguesía colombiana no experimentaba un temor similar ni un odio de clase tan exacerbados contra una expresión electoral, como los que evidenció frente a la candidatura de Gustavo Petro en la segunda vuelta. Ni mostraba una solidaridad de clase y una decisión de unidad frente a los trabajadores y los pobres como la que concretó en el lapso de una semana. Ante la posibilidad de un triunfo electoral del candidato de la Colombia Humana depusieron sus diferencias y se unieron, en santa alianza, los hasta el día anterior aparentes enemigos políticos irreconciliables. Uribistas, santistas, vargaslleristas, liberales, conservadores, pastores evangélicos, jerarcas de la Iglesia, exmilitares, exparamilitares, gremios económicos, contratistas, corruptos indiciados y moralistas de dudosa ortografía cerraron filas en torno al candidato de todos los privilegiados y explotadores del país. Unos pocos demócratas burgueses vergonzantes y el MOIR (un grupo oportunista cada vez más ajeno a los intereses de los trabajadores) llamaron a votar en blanco favoreciendo, en los hechos, al ultrareaccionario Iván Duque. Dieron una muestra irrefutable de cómo se van a comportar frente a cualquier intento de los explotados que amenace sus privilegios y su control de las instituciones del Estado. Van a cerrar filas para enfrentarnos. Y no dudamos que lo harán violentamente de ser necesario.

No obstante los esfuerzos políticos y financieros –legales e ilegales– a los que recurrió el conjunto de la burguesía para derrotarlo, Gustavo Petro obtuvo más de ocho millones de votos de trabajadores y sectores medios, la mayor parte de los cuales fue a los puestos de votación de manera independiente para expresar su repudio a la corrupción generalizada, a las miserables condiciones de vida, a la violencia militar y paramilitar, y al monopolio político que han detentado por centenares de años los aparatos burgueses tradicionales. Con instinto de clase, los trabajadores respondieron a la unidad burguesa de hecho con la mayor votación obtenida por un candidato de oposición al bipartidismo y a la política tradicionales.

Los trabajadores y los pobres tenemos que aprender de las lecciones que nos han dejado las recientes elecciones. De lo primero que tenemos que hacer plena conciencia es de que hay una nueva situación: un proceso masivo de politización de los trabajadores y los explotados que, de manera superestructural, se empezó a manifestar en las últimas elecciones.

En segundo lugar tenemos que ratificar que la masiva votación por Petro pone de presente que de nuestro lado está el número. Los trabajadores y los pobres somos millones y ellos apenas un puñado de explotadores privilegiados que nos mantienen sometidos solamente por nuestra desunión y nuestro retraso político y organizativo. Por tanto, al número debemos agregar la unidad, la organización y la conciencia política de clase. A su conciencia y solidaridad de clase burguesa debemos oponer la conciencia y la unidad de clase obrera y popular.

La salida es la lucha

El desarrollo de la lucha, en los próximos años del gobierno de Duque, nos irá dando las posibilidades y nos irá mostrando el camino. Un camino que deberá llevarnos al gobierno de los trabajadores y al socialismo, mucho más allá de las intenciones y los deseos políticos del propio Gustavo Petro que se quedan en los marcos de los mecanismos electorales de la recortada democracia burguesa y del capitalismo con rostro humano. 

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