Especial #8M: La violencia no cesa

Al momento de escribir esta nota, Amelia Macías Patiño una mujer boyacense de 40 años, se encuentra internada en un hospital de Sogamoso, por serias lesiones e intento de feminicidio por parte de su pareja sentimental. Lenis Martínez fue rescatada del secuestro de su expareja quien la sometió a maltrato y pretendía además prender fuego al apartamento en donde dejo atados a sus dos hijos pequeños. Afortunadamente el victimario no logró su cometido y está siendo buscado por las autoridades.  Los dos hijos de Érika Paola Monterrosa no corrieron con la misma suerte; el 20 de enero sufrieron una brutal paliza por parte de su padrastro producto de la cual falleció el más pequeño y el otro está hospitalizado luchando por su vida.

Podríamos seguir enumerando los nombres de cada una de las personas que han sufrido violencia de género en lo que va corrido del año y encontraríamos en cada caso un historial de violencia, además, que el agresor es una persona cercana. Escuchar cada historia parece una película de terror, pero produce más horror saber que esto es una realidad inocultable, al punto que la Defensoría del Pueblo hizo un llamado a tomar medidas urgentes a la Presidencia, la Vicepresidencia y la Fiscalía. Al 27 de enero ya se han registrado 18 asesinatos por razones de prejuicios contra mujeres y personas LGBTI :  4 mujeres transgénero,  1 mujer lesbiana,  2 hombres transgénero, 6 hombres gay , 1 persona cuya identidad de género está por establecerse y varias mujeres.

No podemos perder de vista que el año pasado se tuvo el registro más alto de feminicidios y violencia por razón de género de los últimos 7 años. Si bien el feminicidio ha sido reconocido como “la máxima expresión de violencia de género”, no podemos decir lo mismo de los asesinatos y la violencia sufrida por personas LGBTI, la cual viene en aumento y de seguro se verá reforzada por los discursos de Trump, que incitan a la violencia contra las personas diversas. En 2023 la fiscalía en sus registros de lesiones personales, encontró que 40%   fueron contra mujeres lesbianas, bisexuales o trans.   En el mismo año, las cifras de Caribe Afirmativo reúnen más de 1.700 situaciones de violencia contra la población LGTBIQ+, y también hay registros de “20 casos de amenazas y al menos 15 panfletos donde se estigmatizan las mujeres lesbianas, trans y bisexuales”.  Según un informe de la Red Regional de Información LGBTI, Colombia junto a Brasil, es uno de los países de Latinoamérica y el Caribe con mayores tasas de homicidios contra personas de orientación sexual diversa, concluyendo que nuestro país se lleva el racord de 43 % de los asesinatos contra esta población en la región.

¿Porqué tanta violencia? 

En nuestra opinión estamos viviendo una época de profundización de todas las contradicciones sociales, producto de la crisis del sistema capitalista. Esta lucha entre las clases exacerba el uso de la violencia por parte de los poderosos y sus estados en contra de los explotados y oprimidos que luchan en todos los continentes por transformar esta realidad social cada vez más difícil para los de abajo.

Vemos guerras como la de Israel contra el pueblo Palestino, hoy en tregua pero lejos de resolverse, en la que han muerto cerca de 50.000 gazatíes. O la de Rusia contra Ucrania en la que según la OTAN, (cifras que hay que confirmar) la primera ha perdido ya 350.000 soldados y Ucrania  428.000.  Estas guerras son la expresión de la violencia de una clase- la burguesía imperialista, para someter pueblos enteros y robarles sus recursos y territorios. La violencia ha sido y seguirá siendo un arma de los poderosos para someter a la inmensa mayoría de trabajadores y pobres del mundo para explotar su fuerza de trabajo porque se niegan a perder sus enormes privilegios. Otra expresión es la violencia contra los inmigrantes que estamos presenciando, no solo con Trump, sino de atrás por parte de los gobiernos de los países ricos imperialistas que quieren evitar por todos los medios que los trabajadores de los países menos desarrollados o semicoloniales crucen sus fronteras. No hay que ser demasiado observador para darse cuenta de que siempre quien pone los muertos es el pueblo trabajador.

En el caso de los sectores oprimidos vemos que también hay división en clases y los que más sufren son los trabajadores y pobres.  Las mujeres trabajadoras son aparte de explotadas  oprimidas, apoyándose en ideologías o preconceptos, prejuicios que son cuidadosamente alimentados por las instituciones políticas, culturales y religiosas al servicio  de la burguesía, pues les son útiles, para sobrexplotar y dividir a la clase trabajadora. Que la mujer sea considerada inferior al hombre sirve para bajar su salario, y someterla a la otra jornada, la de los cuidados del hogar. El racismo, la homofobia, la transfobia, la xenofobia todas cumplen el mismo papel de dividir a la clase trabajadora, colocando a unos contra otros.

Con el discurso de que los inmigrantes de los países semicoloniales quitan a los trabajadores blancos de los países imperialistas el trabajo, los enfrentan logrando bajar el nivel salarial de todos. En eso se apoyan las políticas antiinmigración de los países imperialistas que construyeron sus imperios como el de EEUU a punta de la explotación de inmigrantes con la que una minoría de ellos se convirtieron en “magnates”.  Hoy esa minoría y el sistema en el que se sostienen está siendo cuestionado; y cómo respuesta a la lucha de los trabajadores y sus sectores más oprimidos contra la desigualdad social, contra la miseria el desempleo y el hambre, contra la discriminación, promueven la violencia. Una directamente agenciada por sus aparatos represivos y otra como la violencia contra las mujeres y personas LGBTI, utilizando como instrumentos unas veces a sus aparatos represivos y otras a unos contra otros afianzando las ideologías que ponen el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos como “pecados” dignos de castigo, que las religiones, otras de las ideologías funcionales, bendicen a través de sus pastores.   Por eso condenamos la violencia contra los explotados y oprimidos y creemos que es muy importante y urgente que las organizaciones sindicales de los trabajadores,  las organizaciones comunales, barriales, políticas, culturales, debemos hacer un esfuerzo enorme por educar y discutir entre nosotros  el papel que juegan estas ideologías y preconceptos para no permitir que nos conviertan en instrumentos de división de nuestra lucha como clase y de una violencia y opresión que solo sirve a nuestros enemigos.  La clase trabajadora debe levantar un programa de reivindicaciones de las mujeres y sectores oprimidos frente a las empresas y gobiernos.

Al mismo tiempo tenemos que exigir al gobierno de Petro, como hemos venido haciendo, que se declare la emergencia contra la violencia de género, que permita destinar recursos que sean controlados por organizaciones de mujeres y de víctimas que permitan ayudar con planes de educación y de amparo a las víctimas y comunidades más afectadas, y la toma de medidas efectivas que enfrenten los altísimos niveles de impunidad.  A esta lucha contra la actual situación la tenemos que acompañar de la estrategia de organizarnos con independencia de clase para organizar la lucha revolucionaria por la transformación social y la construcción de una sociedad sin explotados ni oprimidos.

Rosa Cecilia

 

 

 

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