Luchemos por un salario mínimo de 1.500.000

Por: Fernando Graco

 

Se acerca el fin de año y todos los trabajadores estamos pendientes de cuánto va a ser el aumento del salario mínimo, que es punto de referencia para el aumento de los demás salarios. $1.500.000 es el valor mínimo de lo que cuesta la fuerza de trabajo, medido por el costo de la canasta básica familiar. Sin embargo, todavía no está ni siquiera en $1.000.000. Es decir, que los trabajadores de salario mínimo tienen un déficit mensual del 50%.

¿Cómo lograr nivelar el salario con el valor de la fuerza de trabajo?

Las referencias de los empresarios y sus gobiernos para el aumento del salario mínimo son el índice de inflación del año anterior y la productividad. Las direcciones de las centrales obreras, con su política de concertación, dócilmente, a sabiendas de que el salario mínimo no alcanza para sobrevivir –aunque ellos no dependen de un monto tan bajo–, aceptan ese criterio y entran en el juego proponiendo no más de 10 puntos por encima, para luego bajar cerca del nivel de la propuesta de los empresarios y en el mejor de los casos retirándose de la mesa de negociación, pero eso sí, asegurándose de no llamar a la movilización.

Ese método de concertar solo le sirve al gobierno y a los empresarios porque desarma a los trabajadores para que se movilicen y así arrancar un aumento que sea sobre el criterio del valor de la fuerza de trabajo. La movilización del paro nacional de 50 días que inició el 28 de abril mostró que es con ese método que se logran conquistar reivindicaciones. Si con ese paro se logró obligar al gobierno a que retirara el proyecto de contrarreforma tributaria y tumbar a dos ministros, además de ganar confianza en las fuerzas unificadas de la población, ¿por qué las direcciones de las centrales obreras no incorporan el método de la movilización para exigir que el valor de la fuerza de trabajo se pague al menos por su valor mínimo de $1.500.000?

Dinero sí hay

Si las empresas se mantienen activas funcionando, produciendo y obteniendo ganancias –las más grandes con cifras muy altas–, quiere decir que hay dinero para aumentar el salario mínimo ajustándolo al costo de la canasta básica familiar, es decir, pagar el valor de la fuerza de trabajo por su valor real. En cuanto a los empresarios que digan que no pueden pagar ni siquiera el valor de la fuerza de trabajo, sus empresas deberían ser estatizadas, organizando la producción con control de los trabajadores para que no sean utilizadas como botín burocrático ni sean fuente de corrupción de los gobiernos.

También se puede aumentar la capacidad salarial de los trabajadores disminuyendo los costos de servicios públicos, salud, educación, alimentos y vivienda, si las empresas privadas que venden esos servicios pasan a ser estatales y controladas por los trabajadores. Así se eliminará el mecanismo de los contratos que utilizan altos funcionarios y empresarios para desfalcar el erario con los contratos que es la principal fuente de corrupción y que puede abarcar más del 25% del presupuesto nacional, monto reconocido por ellos mismos.

Otra fuente para fortalecer la inversión social es eliminando los subsidios a los grandes empresarios y banqueros para trasladarlos a los trabajadores. Esto incluye eliminar las condiciones con las que pagan menos impuestos como las zonas francas, además de aumentarles los impuestos con un carácter progresivo, es decir, que entre más altas sean las ganancias, más altos deben ser los impuestos.

Para la población que no tiene ingresos, que se les garantice el trabajo distribuyendo el total de horas necesarias para producir los bienes materiales de la población entre los 25 millones que conforman la Población Económicamente Activa. Esto significa reducir la jornada laboral, pero sin reducir el salario.

Luchar por lo nuestro

El neoliberalismo se caracterizó por establecer un plan que incluyó la privatización de las empresas estatales y de servicios públicos, salud y educación y la eliminación de conquistas salariales que los capitalistas se vieron obligados a conceder –entre las décadas del veinte y el cincuenta del siglo XX– para evitar que la revolución socialista triunfante en 15 países se extendiera a nivel mundial. Durante más de 30 años el Estado lo han utilizado para aumentar su capital en forma extravagante a costa de empobrecer a la mayoría de la población.

Es hora de parar ese plan neoliberal de una vez por todas y recuperar lo nuestro: la riqueza que producimos los trabajadores. No más corrupción con contratos, no más ganancia a costa de un salario que no cubre ni siquiera el valor de la fuerza de trabajo, no más ganancia sacrificando nuestra salud, seguridad social, vivienda, servicios públicos y destruyendo de la naturaleza, no más importación de alimentos que se producen en nuestros campos.

Si las direcciones no quieren, los trabajadores podemos

El Paro Nacional demostró que, si las direcciones sindicales y políticas no quieren conflicto con el gobierno y los empresarios para solucionar los problemas de la población trabajadora y desposeída, los trabajadores sí podemos lograr conquistas mediante la movilización. Debemos preparar un nuevo paro nacional, esta vez organizando desde las empresas la participación masiva de los trabajadores para parar la producción, con bloqueos, marchas masivas y exigencias, no pensando en concertar sino en conquistar.

Una de las primeras exigencias debe ser que el salario mínimo se corresponda con el costo de la canasta básica familiar, es decir $1.500.000. A las direcciones de las centrales obreras –mientras no las podamos cambiar y sigan fungiendo como tal– exigirles que no se presenten a la mesa de concertación laboral y así evitar que el gobierno y los empresarios “legalicen” un aumento pírrico de salario. Por el contrario, que llamen a la movilización desde ya como parte de preparación de un nuevo paro nacional.

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