El gobierno criminal uribista nos lleva a la catástrofe humanitaria. Llamado a Organizar la Lucha

La presente pandemia de COVID-19 en curso originada por una zoonosis en Wuhan, China, es ya una tragedia humanitaria de proporciones históricas y de abierta responsabilidad criminal de los gobiernos y las burguesías nacionales, en nuestro caso, el uribismo y Duque. A nivel mundial resalta la pésima administración de Trump, muestra de ello es la portada del New York Times del 24 de mayo con el obituario de 100.000 personas.

Autor: Comité Ejecutivo – PST

Catástrofe humanitaria

La presente pandemia de COVID-19 en curso originada por una zoonosis en Wuhan, China, es ya una tragedia humanitaria de proporciones históricas y de abierta responsabilidad criminal de los gobiernos y las burguesías nacionales, en nuestro caso, el uribismo y Duque. A nivel mundial resalta la pésima administración de Trump, muestra de ello es la portada del New York Times del 24 de mayo con el obituario de 100.000 personas.

La COVID-19 ha sobrepasado con creces el número de contagios y muertos de las últimas 4 epidemias y pandemias del siglo XXI, sin contar el Zika y el Poliovirus: el coronavirus uno 2002, la gripe porcina del 2009, el Ébola de 2014 y el coronavirus MERS 2012. El impacto de la COVID-19 está siendo fulminante en este primer semestre, con la perspectiva de una dinámica de mínimo 2 años y oleadas, que pueden dejar millones de contagios y cientos de miles convertidos, aunque, probablemente, no alcance la magnitud de la pandemia de 1918, de no hacerse nada efectivo, los muertos sí podrían llegar a contarse por millones . Por su parte, la crisis económica que viene a la par con la crisis sanitaria, también es una bestia de la muerte, es posible que sobrepase en número de víctimas e impacto social a la gran recesión del 2008.

El capitalismo en crisis es barbarie y la Organización Mundial de la Salud ha dicho que América Latina es ahora un nuevo “epicentro” de la pandemia, si bien hasta ahora no ha sido tan dramático como en América del Norte y Europa, en países como Brasil, Perú, Chile, México, Ecuador, empieza a sentirse la tragedia, lo mismo podemos decir de Colombia que avanza hacia el inevitable pico.

Subvalorando la crisis

Uno de los problemas que ayudan a propagar el contagio, es la subvaloración del riesgo, tanto desde los gobiernos, como por la misma población lo que induce a relajar las medidas de cuidado y a bajar la presión de la exigencia de medidas más radicales.
Las tres razones por las cuales se minimiza y subvalora por los gobiernos y las masas el impacto, desigual y combinado, del peligro pandémico de la COVID-19 y la crisis del capitalismo, son las siguientes:

Primero, es un contagio invisible y hay una mayoría asintomática, la psicología popular y el sentido común lo ven como algo pasajero y no tan mortal, tan solo en enfermos y de la tercera edad, esperando milagros de la virgen de volver a la normalidad. Sobre todo, si los muertos no son del círculo social inmediato o familiares y si se comparan de modo incorrecto con otras enfermedades diferentes. Las masas aprenden por experiencia, cuando ven el daño palpable, no tanto antes.

Segundo, los ricos y la derecha promueven políticas flexibilizadoras de supuesta inmunidad de rebaño, anti-cuarentena y la ideología de volver a la normalidad y convivir con el virus, mintiendo sobre la tasa de muertos y con la demagogia y chantaje de proteger la economía popular y la salud. También propagan y dan vía libre a las teorías de la conspiración que ayudan que muchos no crean que hay un peligro real. En realidad, lo hacen para salvar sus ganancias, los bancos y las grandes empresas, mientras dejan morir a la gente, a la par que naturalizan la tragedia y culpan a los sectores populares que salen al rebusque de ser responsables del contagio.

Tercero, la clase trabajadora y los sectores populares deben sobrevivir y proteger a sus familias, por ello, temen más morir por hambre, desempleo, deudas, que por el virus mismo. Por eso necesitan trabajar y exponerse, muchas veces, sin elementos de protección básicos y viéndose forzados a someterse a cada vez peores condiciones de trabajo y vida, creyendo con ello salvarse, pero a la postre, enfermando y muriendo muchos de ellos.

Actualmente, en Colombia, además de franjas mayoritarias burguesas y pequeñoburguesas, solo una franja media de trabajadores formales, también hijos estudiantes del sector educativo primario, secundario y terciario, desempleados y pensionados, así como asalariados que pueden teletrabajar, están en cuarentena efectiva, mientras ésta cada vez se flexibiliza más con 47 excepciones (decreto 749) y se abren sectores comerciales y productivos por doquier, desde el levantamiento paulatino de la misma el 11 de mayo y la apertura agresiva y oficial del 1 de junio.

Estimaciones nacionales

En Colombia hay modelos matemáticos con escenarios A, B, C, D, sobre el impacto de la pandemia y seguimiento actual de la misma, acordes a los datos nacionales, regionales y mundiales. Su fluctuación depende del sistema de salud, el avance científico y la cobertura, las medidas políticas del gobierno y la lucha de clases.

Hace un siglo, en un contexto muy diferente de guerra mundial, atraso médico-sanitario y económico y mayor transmisibilidad en pocos meses, la pandemia de la gripe aviar de 1918 cobró en el mundo más de 50 millones de muertos, con un saldo no oficial y estimado de cerca 10 mil muertos en Colombia (3.305 registros de muertos por afecciones gripales en Boyacá), cuya afectación estuvo concentrada en Boyacá, Bogotá (con una población de 150 mil habitantes) y Cundinamarca.

Ahora, según las declaraciones públicas del Instituto Nacional de Salud de Colombia (INS) y el Ministerio de Salud, antes de empezar el confinamiento social obligatorio y sin justificar la desproporción entre muertos y contagios, estimaban una proyección de que para una población de 48 millones de habitantes, podrían resultar contagiados cerca de 4 millones y haber entre 3 mil y 4 mil muertos. Esto lo dijeron en medios nacionales como RCN y Caracol pero, a diferencia de Estados Unidos, sin mucho eco informativo, debate y conciencia de la opinión pública, propios del subdesarrollo semicolonial y la subvaloración de la crisis.

El médico epidemiólogo colombiano, Felipe Lobelo, de la Universidad de Emori y la escuela de epidemiología de la U. Rosario, tasó la cifra en 8 mil muertos, siendo menos conservador que el INS. De igual modo, otros epidemiólogos connacionales como Zulma Cucunabá, Javier Jaimes, Diego Roselli, entre otros, también realizan sus estimaciones, análisis, seguimientos y propuestas, sin minimizar el riesgo, pero reconociendo que sirvió de empezar cuarentena el 25 de marzo cuando había 100 casos reportados para la ralentización del proceso.

En el Decreto 417 del 17 de marzo de 2020, el gobierno nacional, citando al INS, basado en un escenario de tasa de contagio RO 2.68, estimó que se podría llegar a un total de 3.989.853 personas con casos de COVID-19 (100,0 %). Estos se clasificarían en casos leves de síntomas por 15 días o más de una cifra de 3.251.730 de personas (81.5%). Los casos críticos que requieren algún tipo de hospitalización o al menos, atención médica serían 187.523 (4.7%). Finalmente, los casos severos que requerirán Unidades de Cuidado Intensivo (UCI) en alto riesgo de muerte, serían 550.600 personas (13.8 %). El costo de atención en salud rondaría en más de 4.9 billones de pesos.

Mas allá de esto, el INS, al servicio del gobierno, mantiene en secreto de Estado el ajuste de proyección, el balance de la cuarentena de estos dos meses, sin un criterio científico y es ausente la transparencia informativa y acceso libre a datos, como ocurre en otros países del mundo, incluso los países desarrollados. Impera la demagogia televisada de Duque, al mejor estilo de Maduro, la nueva versión del Aló Presidente.

En los próximos días, según el INS, Colombia empezará a procesar 16.143 pruebas diarias en 60 laboratorios, algo relativamente bajo, incluso a nivel comparativo regional y mundial. Pero el registro ya muestra el ascenso de la curva, sin todavía llegar al pico y disparo exponencial de contagios en cientos-miles diarios y muertos en decenas, con 15 días de retraso. Pese a los subregistros y engaños políticos del gobierno uribista, la COVID-19 empieza a mostrar sus fauces. La alerta roja en la Amazonía colombiana y el Pacífico, con impacto negativo en pueblos indígenas y zonas vulnerables, es una muestra.

Por su parte, según un estudio de proyección sobre América Latina hecho por el Instituto de Métrica y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington, asesora de la Organización Panamericana de la Salud, Colombia podría alcanzar los 2.157 muertos en el mes de agosto, y el rango mayor, podría ser 5890. A la fecha, las víctimas mortales se acercan a los mil, superando ya el rango menor de 793 muertos.

Unidad para luchar

Desde El Partido Socialista de los Trabajadores de Colombia, la Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional, llamamos al pueblo colombiano y latinoamericano a luchar de manera unificada y activa contra la política criminal en materia sanitaria y social de Duque, Bolsonaro y Piñera.

El movimiento obrero y popular y la izquierda deben formar un frente único de luchas contra dos flancos de esta catástrofe humanitaria: la pandemia sanitaria y la recesión económica. La burguesía tiene una política criminal y nefasta para ambas. Olvidar la primera, nos cegará de la situación nacional y mundial de tiempos anormales de crisis y subvaloración del virus, cayendo en un gremialismo local y economicismo rutinario, que además puede llevarnos al contagio. Ignorar la segunda, nos puede desviar de los intereses y necesidades inmediatas de las masas en cuanto a salud, en el extremo opuesto de una suerte de sanitarismo y miedo paralizante mientras nos aplican el paquetazo de reformas.

La única salida es luchar al tiempo que nos cuidamos, difícil equilibrio que tenemos que lograr. Este gobierno y el empresariado solo ceden a la fuerza social. Los cacerolazos, los trapos rojos en los barrios populares, las marchas, mítines, protestas callejeras, motines, asambleas, peticiones en las empresas e instituciones de educación, huelgas de brazos caídos y renuncias, comités de lucha son formas de acción colectiva que han venido protagonizado vendedores ambulantes, trabajadores de la salud y de los servicios esenciales y algunos no esenciales, al igual que mujeres en prostitución, campesinos, indígenas, estudiantes universitarios y jóvenes populares, familias, presos políticos y sociales, expresando la lucha de clases colombiana en curso.

Ante la magnitud de la catástrofe, hay que intensificar y centralizar la movilización social y el descontento, extremando medidas para protegernos del virus y de la represión policial-judicial, sopesando el riesgo de perder más vidas a causa de la miseria que de la COVID-19. Los únicos irresponsables centrales aquí son el gobierno, sus ministros, los gobernantes locales corruptos y congresistas oficialistas, la cúpula tecnocrática del INS y los empresarios, que han quebrado y debilitado el confinamiento real, y no le están dejando a la gente más remedio que salir a las calles. Hay que imponerles una cuarentena sin hambre, ese el objetivo inmediato de responsabilidad sanitaria y social por parte de la clase trabajadora colombiana.

Las sesiones parlamentarias virtuales y el desgaste de la ultra derecha de cara a las elecciones del 2002,; las comisiones de concertación con la patronal y el gobierno para arrancar derechos como la prima generan muestras de descontento, como las denuncias por redes sociales, charlas y actos simbólicos organizados espontáneamente o por las direcciones sindicales, pero estas no han solo no han sido eficaces sino que en varios sentidos han sido capituladoras, insuficientes o equivocadas, dándole al gobierno la oportunidad de seguir avanzando en sus planes.

¡Detengamos al gobierno uribista! ¡Volver a la cuarentena general, ya!

Las tareas que tienen por delante la oposición social y política para enfrentar al gobierno y al régimen político antidemocrático imperante, ante la incertidumbre de los próximos días, semanas y meses, son como mínimo:

  1. Derrotar la política criminal de flexibilización y apertura económica de Duque y el gran capital, imponiéndole una nueva cuarentena sin hambre y con atención médica eficaz, poniendo en el primer plano las demandas del sector de la salud ante la crisis y la manutención básica de la población (alimentos, servicios públicos, vivienda, salario). Las luchas de marzo de 2020 y el histórico 21N de 2019 nos mostraron que es posible doblegar la voluntad gubernamental con presión social múltiple. Por ende, se precisa mostrar el fracaso de su contención en la actual fase de mitigación, anticipar y advertir el peligro en curso y los meses de junio-agosto.
  2. Derrotar las medidas criminales de la patronal y el gobierno contra los trabajadores ya tomadas, y las anunciadas de contra-reformas laboral, pensional, fiscal, tributaria y educativa, al igual que la represión del ESMAD, la policía y el ejército y el sistema judicial. Para ello se necesita una lucha unificada en un plan obrero y popular de emergencia, ateniendo a las necesidades básicas, nacionales, sectoriales, regionales y locales.
  3. Denunciar de manera permanente y sistemática y central el gobierno criminal y corrupto de Duque y los escándalos diarios del uribismo (chuzadas militares, asesinatos líderes sociales, corrupción, incursión en Venezuela), parte de la política criminal del uribismo que la población está conociendo y recordando en la serie Matarife, mostrando su incompetencia para atender la crisis sanitaria-económica y gobernar el país.
  4. Un plan alternativo o verdadero plan de emergencia, financiado con la suspensión temporal del pago de la deuda externa debido al estado de emergencia sanitaria y social, denunciando la bomba de tiempo fiscal del endeudamiento con el FMI con un crédito de 11.000 millones de dólares. Adicionalmente, se requiere un impuesto al patrimonio a las grandes fortunas y a las 1000 empresas nacionales más grandes y las multinacionales, garantizando una renta básica a los desprotegidos (como proponen 50 congresistas), más allá del asistencialismo gubernamental y sus programas clientelistas tipo Familias en Acción. A su vez, yendo más allá de la solidaridad de clases barrial y familiar, la atomización de las luchas, las ayudas de donaciones e iniciativas similares.

Última advertencia

Hacemos un llamado unitario al Comité Nacional de Paro y las organizaciones sociales, a los partidos llamados de oposición o independientes, al Polo Democrático, Colombia Humana, al MAIS, a los parlamentarios de la oposición en el Congreso, a las Centrales Obreras de la CUT, CGT, CTC, y demás dirigentes sociales, políticos y populares a que convoquen, organicen con la gente y programen una Jornada Nacional de Protesta por la Vida y contra el nuevo paquetazo, organizar comités de lucha para realizar acciones unificadas y simultáneas, es decir, articulando en una jornada contundente las luchas que ya se están dando pero desarticuladas y solitarias, recurriendo a la creatividad para evitar el contagio, organizando protocolos de bioseguridad, etc.

Los llamamos a unificarnos en una sola campaña nacional por el No Pago de la Deuda Externa para volver a una cuarentena total y sin hambre, ante el riesgo inminente del pico.

De lo contrario, es posible que, si no actuamos a tiempo o seguimos en una dinámica pasiva y no contundente, la catástrofe se profundice y el número de víctimas sea mayor. En nuestras manos está, en parte, la responsabilidad histórica con el pueblo colombiano, doblegando la voluntad de la clase dominante en el gobierno, la cual rige los destinos de la nación mientras que las masas no vayan a la ofensiva.

Como diría Trotsky, ante la crisis de dirección, esta es la “última advertencia”. Cero resignación, aun cuando el escenario sea desfavorable o catastrófico. Hay que hacer un ultimátum a Duque y el empresariado, un llamado amplio a los gobernantes locales y la población entera a desacatar, desobedecer y no confiar en el gobierno, y en consecuencia, exigir una verdadera cuarentena con garantías.

El futuro no es (solo) lo que va a pasar, sino también lo que estamos haciendo y lo que vamos a hacer ante la crisis.

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